Hoy queremos hablarte a vos. Sí, a vos. Queremos contarte una historia. Pasó hace 43 años acá, en Argentina. Hoy queremos hablarte de “La noche de los bastones largos”.
Durante la Presidencia de Facto de Onganía se impuso un decreto (el 16.912), que le quitaba la autonomía a las facultades y universidades públicas. Por ese entonces, la educación universitaria en nuestro país había alcanzado un nivel excelente.
Tanto la infraestructura como el equipamiento tecnológico de las universidades eran muy avanzados. Y nuestros investigadores y científicos, nuestras “cabezas”, eran brillantes profesionales, (dignos de admiración). Todo apuntaba a que la educación superior nacional sería, por muchos años más, una de las mejores.
Pero llegó este tipo, Onganía, un traidor como muchos que sufrimos en nuestro país (o, mejor dicho, un sorete), y quiso destruir ese nivel académico alcanzado a través del decreto que te mencionábamos antes. Éste apuntaba a destruir los preceptos alcanzados por la Reforma Universitaria de 1918 que llevaron adelante los estudiantes cordobeses. Los principios de la reforma eran:
- La autonomía de las universidades del poder político
- El gobierno universitario en manos de representantes de tres claustros: docentes, graduados y estudiantes
- La provisión periódica de los cargos docentes mediante concursos públicos
- La libertad de cátedra, que daba total libertad de pensamiento y difusióna los que ganaran la titularidad, permitiendo la coexistencia de cátedras paralelas con distintas orientaciones ideológicas o académicas
- La asignación por parte del estado de presupuestos que permitieranel adecuado funcionamiento universitario.
Había pasado apenas un mes desde que la “Revolución Argentina” había llegado al poder destituyendo a Illia e imponiendo a Onganía. Transcurría, entonces, el 29 de julio de 1966, cuando este tipo (el sorete Onganía) impuso su política educativa.
Las universidades dejaban de lado su autonomía y pasaban a depender del Ministerio de Educación. Desde allí (y quebrando los principios de la Reforma Universitaria), se aseguraban el control de las altas casas de estudios (que consideraban centro de la infiltración comunista y su propagación de la mano de los opositores al gobierno dictatorial).
La noche del 29 de julio, el decano, profesores y estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires decidieron resistir pacíficamente tomando el establecimiento hasta que se anulara el decreto en cuestión.
La Guardia de Infantería de la Policía Federal se hizo presente y, mediante un megáfono, exigieron la liberación del edificio. Los ocupantes respondieron con el Himno Nacional Argentino, mientras salían de la Facultad con los brazos en alto. Pero esto no evitó que los bastones largos azotaran sus cuerpos.
Los detenidos esa noche fueron más de 300. Y miles los docentes que renunciaron a sus cargos. La mayoría de los científicos e investigadores del país decidieron seguir sus carreras en el exterior, comenzando una gran Fuga de Cerebros. La educación universitaria jamás volvió a ser la misma.
Hoy, 43 años después, vemos que ese fue el comienzo de un plan estratégico que quiere destruir la educación en todos sus niveles. (Porque una sociedad bruta es fácil de dominar, ¿viste?). Pero se puede seguir resistiendo. Porque a pesar de los bajos sueldos (que resultan abusivos y hasta obscenos), nuestros profesores siguen dando clases. Porque a pesar del bajo presupuesto destinado a sostener cada Universidad Nacional, las puertas se siguen abriendo. Porque se puede ser más fuerte que un bastón largo utilizando tan sólo la cabeza.
Hoy te queremos hablar a vos. Para que juntos, como sociedad, podamos gritar que no queremos más noches ni bastones.
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